Sarum by Edward Rutherfurd

Sarum by Edward Rutherfurd

autor:Edward Rutherfurd [Rutherfurd, Edward]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1987-01-01T05:00:00+00:00


1289

Ya antes del año 1289 de la era cristiana, la nueva torre dominaba la ciudad. Parecía alzarse de una mesa dispuesta en el cielo.

Esa impresión era correcta. En el punto de intersección de la nave y los cruceros, donde los pilares de mármol se elevaban hacia el techo como las cuatro patas de una mesa, los albañiles habían comenzado a construir un segundo edificio, una inmensa torre cuadrada de piedra gris que se alzaba casi treinta metros sobre el tejado. Se componía de dos gigantescos bloques, y sus muros estaban adornados por unos elegantes arcos de ojiva. Aquella imponente presencia en el cielo podía divisarse desde los cinco ríos; y cuando la torre estuviera terminada instalarían sobre la misma otra elevada estructura, un esbelto campanario. Por consiguiente Osmund el Albañil le comentó a su hijo:

—Construirán una catedral tal alta que alcanzará las nubes.

Era un proyecto grandioso, y ninguna persona que se acercara a la ciudad podía dejar de contemplar con admiración la impresionante torre de piedra gris.

Pero una cálida mañana de septiembre de 1289, lo que contempló un reducido grupo de hombres que penetraban en la ciudad a través del puente de Fisherton no fue la torre, pues sus ojos estaban clavados en una figura que yacía junto a la carretera.

Fue Peter Shockley, el fornido y viejo burgués, quien se apeó lentamente de su carro, se acercó al individuo postrado en el suelo y lo identificó.

—¿Está vivo? —preguntó Jocelin de Godefroi observándolo con tristeza desde su carro.

Shockley asintió con la cabeza.

—Sí, pero apenas respira.

La leve brisa del río agitó el polvo que se había depositado sobre la ropa del hombre tendido en el suelo.

El puente era un lugar agradable y concurrido. Debajo de sus estrechos arcos, el río discurría apacible y potente arrastrando largas y verdes algas. Más arriba, en el lado de la ciudad, los molinos del obispo trituraban el grano utilizado para elaborar el pan de la nueva ciudad; más abajo, el río era brevemente interrumpido por una estrecha franja de tierra antes de curvarse en torno al recinto de la catedral; en ese punto, los pobres peregrinos que se dirigían al este y los vagabundos locales, en su afán de rehuir el modesto peaje del puente, trataban de vadear el río. La corriente era más fuerte de lo que parecía y una de las diversiones favoritas de los niños de la ciudad consistía en reunirse en el puente, donde su presencia era tolerada, para contemplar cómo los peregrinos perdían la mitad de sus pertenencias en el agua. El vado estaba atestado de patos y pollas de agua. Los cisnes habían construido su nido muy cerca de él. Al oeste del puente se veían unas pocas casitas construidas junto a la carretera que conducía a Wilton.

El individuo tendido junto a la carretera iba vestido de negro. Tenía los pies desnudos y sucios; llevaba la capucha, que Peter Shockley había alzado un poco, enfundada sobre el rostro de forma que sólo asomaba la punta de su barba gris y



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